lunes, 16 de marzo de 2020

Mercadona: Nuevo punto de encuentro

- Baja a por el pan y quedamos en Mercadona.

- ¡Que no! - contesto malhumorada.

- ¡Qué bajes! Que voy con el perro. Es seguro.

- Que no quiero infectarme - le respondo por el móvil.

- ¿Eres tonta o qué te pasa? ¡Qué bajes que hace mucho que no te veo! - me grita. 

Es la persona más amable del mundo. Como os digo tantas veces, nosotros no hablamos, ¡ladramos!

- Qué pesado eres, que estoy haciendo ejercicio - le respondo ya a punto de perder la paciencia.

- Ya lo he visto, señorita influencer. Quien te ha visto y quien te ve, si necesitas un bocadillo. Te estás quedando en nada. No me gusta ni abrazarte ya...

- No te aguanto, lo sabes, ¿no? - le informo.

- Que sí, que bajes coño.

Bajo vestida de runner al portal y le veo con el pequeño perro que tan poco me quiere y que comienza a ladrarme en cuanto me ve.

- No le mires, no le caes bien.

- ¡Ni él a mi! - me quejo - No quiero salir.

- Estás guapa. Te está sentando bien la cuarentena - me mira de arriba a abajo - ¿Estás trabajando el culo?

- Estoy trabajando todos las partes de mi cuerpo. ¡Qué novedad que me mires el culo! ¿Ya no consideras que esté en expansión? - le preguntó.

- Está bien, apretado, perfecto... "Ese culo tiene mucho que ofrecer" - me dice cantándome la canción de Alocao, de Omar Montes. Y me río. No puedo enfadarme con él. Y estar de uñas siempre, es agotador.

- A comprar el pan... ¡y a casa!

- Que sí, no seas pesada, ¿eh? Que te dejo en la calle para que te multen.

- Ja, ja, me parto. ¿Ensayando para ir al Club de la Comedia?

Realmente vamos al Mercadona, a comprar el pan.

- Se te echa de menos - dice bajito mientras mira las barras pan y escoge una.

- ¿Te refieres al gimnasio? - pregunto mientras cojo mis barras de pan.

- A ti. Me refiero a ti - me quedo mirándolo. La verdad es que yo también le echo de menos. Estando en casa, sola, comprendes muchas cosas. Empiezas a valorar muchas cosas o personas que das por hecho en tu día a día.

Al volver a casa, entra en el portal.

- ¿No tienes casa? - le digo.

- ¿Sabes lo bueno de tener el puesto de la presidencia muy cerca de ti? - niego con la cabeza - Pues que tienes las llaves de la azotea. Apuesto a que nunca has subido allí arriba - vuelvo a negar con la cabeza.





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