- ¡Esto es ilegal por lo menos!
- Ahora mismo todo es ilegal, hasta salir a pasear. Nosotros estamos en una azotea. ¡En casa! Además, ¿te va a asustar ahora lo ilegal? Venga, Patri... Te empiezo a nombrar cosas que hemos hecho y no terminamos ni cuando acabe la cuarentena - me río, porque es verdad.
- Querías salir a la calle, ¿no? Deseo concedido - Le miro, me mira y veo mi calle desde una perspectiva que no había visto nunca. Tomo aire, respiro. Hoy hace frío y me abrigo rodeándome con mis brazos.
- ¿Qué tal está el pollito?
- En su casa, gracias - me río. Y sigo mirando la calle. Siento paz, no hay nadie. Silencio, justo el que necesito que en casa no tengo. El aire me da en la cara y revuelve mi pelo - Gracias... - susurro.
- ¿Por qué? - me pregunta sentándose cerca de la pared que no separa de la alta caída.
- Por hacer todo lo que está en tu mano para cumplir mis sueños - y le miro a los ojos. Esta vez no me da vergüenza, porque lo que digo es verdad. Y quiero que lo sepa. Lo agradecida que estoy por tenerle a mi lado, siempre. Siempre. Me aparta el pelo de la cara peinándome.
- ¿Por qué será? - dice rompiendo el momento. ¿Qué momento? Pues no sé, la escena supongo. Y me callo, ¿por qué será? Eso sólo me lo puedes contestar tú.
Le veo que se aparta, saca unos auriculares y el móvil. Lo pone bajo un pequeño tejadillo porque está chispeando. Y poco a poco se escucha la canción de "Calma" que tanto nos gusta.
- ¿Bailas conmigo? - me dice cogiendo mi mano - Te voy a sacar de fiesta. Fiesta privada, pero al fin y al cabo fiesta... Dime - me dice susurrando mientras me coge para bailar - ¿Qué más echas de menos?
- Ahora mismo no puedo echar de menos nada. Estoy en el sitio que quiero estar y con la persona que me consiente absolutamente todo - le respondo.
- No me gustaría que quisieras estar en otro lado.
- ¿Pasa algo? - le pregunto. La escenita que se acaba de montar, sus palabras, sus cuidados... No creo que se deban a que me echa de menos por la cuarentena que tenemos.
- Shhh... No pasa nada. Cállate y disfruta, no pienses en nada. ¡Y baila! - me apoyo en él y siento su respiración y el pulso de su corazón.
- ¿Seguro? - susurro.
- Seguro. Déjame disfrutar de esto, del momento y de la persona con la que estoy. Cuando bajemos de aquí, nos espera la realidad.
Y es cierto. Según bajaba los escalones de vuelta a mi casa, el mundo perdía color, quemaba de repente, me iba sintiendo encerrada en un puñetera jaula... Y mi mente solo hace que volar a mi azotea.
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