Una nave fría, con una furgoneta en medio y unas pocas herramientas esparcidas por ahí. Muchas bicicletas esperando su turno para ser arregladas.
Un sofá cama en un pequeño despacho, un escritorio y un ordenador. Las dos de la mañana, tercera película que vemos. Esta vez se acaban las opciones y ponemos El libro de la Selva, es una buena película para acabar una noche más en la que no ocurre nada. Sus cosquillas van bajando por mi espalda (mi espalda, la parte más sensible de mi cuerpo), poniéndome el bello de punta. Lleva toda la noche tocándome en forma de círculos. Sube y baja por la espalda. Pero esta vez se detiene en el broche sujetador. Y lo rodea, pero vuelve a él, y baja, pero siempre vuelve a él.
Le miro, de reojo y pienso muy alto "desabróchalo", pero no lo hace, y sigue enredando en él. Tomo la iniciativa y le susurro.
- ¿Necesitas instrucciones para quitarlo?
Él se abalanza sobre mí y me besa, me besa con urgencia y deseo. Me muerde, me martiriza los labios, pero me encanta, me sube al séptimo cielo a la vez que el vestido. Las bragas se han perdido en esta batalla, pero no me importa. Me engancho a su boca como a un clavo ardiendo. ¡Dios! Qué calor me sube desde mi parte más húmeda. Le muerdo, no puedo evitarlo, pero quiero más. Ha abierto la jaula de la leona que tanto deseaba jugar al juego más peligroso de su vida. Olvidando todas las normas y consecuencias que vendrían...
Él la levanta como si de una pluma se tratara y la sienta en el escritorio, acoplándola a él, haciéndola suya y sin pensar en nada más, y tras muchos besos húmedos, mordiscos y miradas, él procede a entrar en ella, a hacer lo que los dos tanto desean, lo que han esperado tanto tiempo... Y allí están, dándolo todo, del escritorio al sofá, del sofá al escritorio, mientras la película sigue sonando, y Balú canta su canción.
Ellos tienen todos los sentidos puestos el uno en el otro, pero dura poco, demasiado poco. Pero no les importan, aún queda mucha noche y muchas películas para seguir devorándose el uno al otro, sin descanso, con más fuego y ganas de lo que pensaban. Y esto... solo acababa de empezar.
Patri Izquierdo Díaz
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