Digamos que C es "la chica de Malasaña".
Ella es lo más parecido a la libertad en persona que he conocido nunca. Alguien que siempre está dando bandazos, sin mochilas llena de piedras del pasado y sin miedo al futuro; alguien con facilidad para volver a empezar de cero si lo ve necesario.
Pienso que lo nuestro fue especial, pero quizás, más que nuestro, fue suyo, ya que nunca quiso oír hablar de algo estable. Ella sólo quería vivir el momento. "Pensar en mañana casi siempre es pensar demasiado", me decía. Y yo estaba tan a gusto con C. que aun sabiendo que ella quería justo lo contrario que yo y que por ello se vaticinaban desastre, me quedé en su "ahora".
Al final el desastre llegó, ella siguió en su ahora y yo me quedé anclado en el "ahora" en el que fui feliz con C -y que cada día era mi pasado y menos real-, pero aun así tengo mucho que agradecerle. De ella aprendí a disfrutar del presente, le perdí el miedo al cambio y comencé a replantearme todo.
C se fue, pero me dejó un regalo: Su curiosa manera de ver la vida.
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