Es tímida, se pone nerviosa con mucha facilidad y, si siente que algo puede merecer la pena, se arriesga. Enseguida se lo puedes notar. Jamás he visto brillar con tal intensidad tanto nervio junto.
Le encanta jugar con su pelo, y siempre termina por echárselo tras su hombro, como si fuese un paso adelante contra sus miedos. Es de esas personas que a los cinco minutos ya parece que la conoces de siempre. Y dulce. Con sólo mirarte, ya puedes sentir que te abraza. Tiene tendencia a volar hablando de sueños y facilidad para contagiarte las ganas de hacerlo con ella. Recuerdo cuando me decía: "no hay bar que por bien no venga", y qué razón tenía. Me quedé con ganas de de decirle: "ni contigo ganas de pedir la última".
Aquello terminó antes de empezar y, aunque no la he vuelto a ver, quién sabe. Quizá se me vuelva a aparecer un decía, en plan bala perdida, botellín en mano y riéndose de la vida por Malasaña.
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