sábado, 15 de agosto de 2020

La chica del andén de enfrente

 Esa chica de allí, la que está en el andén de enfrente con cata de aburrida, me tiene enamoradísimo. La veo casi todas las mañanas en la misma estación de metro, apoyada en la pared y mirando su móvil. No la conozco, no sé quién es, pero me gusta imaginar que seguro está deseando un vuelvo en su vida. Que no es feliz -al menos no del todo-, y que está deseando darle a su rutina un giro de ciento ochenta grados.

El día que me mire, si me sonríe al hacerlo, me voy a plantar en su andén, me voy a acercar con mi sonrisa más nerviosa y me voy a presentar. Le voy a contar que no tengo ni la menor idea de dónde ha salido el conjunto de gestos y detalles más bonitos de toda la red de metro de Madrid, pero que los dos-tres minutos que la veo cada mañana me iluminan el día. Que yo también estoy deseando un cambio en mi vida, y que todos los días me levanto un poco antes para poder verla desde mi andén, aunque no la conozco de nada. Que incluso he dejado pasar algún que otro tren porque aún no había llegado y no me quería ir sin haberla visto.

No sé si llegue ese día. Mientras tanto, seguiremos siendo solo dos personas que no se conocen y que viajan en sentido contrario.


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