Las mañanas de viernes en el
metro son distintas a las del resto de la semana. La gente sonríe algo más y en
las miradas de algunas personas leo planes: alguna escapada de fin de semana,
una fiesta, una cita, un partido de fútbol… Y mientras miro a mí alrededor, te
descubro. Estás sentada, intentando dormir con los ojos cerrados como si fuese
lunes. Da gusto verte, no sé cómo explicarlo, pero es una imagen de cuento.
Comienzo a sentirme protagonista
del mismo y me imagino si despertarías al darte un beso, como si fuese un
príncipe. La bella durmiente del metro, lo llamaría. Tú, la que viaja cada
mañana en el metro, medio dormida, mientras el resto del vagón te admiramos. Y
yo, el que está deseando echarle valor para quitar la tapa de la caja de
cristal donde medio duermes, que es mi vergüenza, y probar a besarte, a ver si
en nuestro cuento nos saltamos las ranas, las brujas y los dragones, y pasamos
directamente del beso a las perdices.
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