martes, 25 de agosto de 2020

Viernes. Parte II.

 Me besó y me cogió en brazos, llevándome dentro de casa y olvidándose de quien pudiera vernos. Empezó a besarme por el cuello apoyándome en los ladrillos de la entrada. Me estaba arañando entera, pero me daba igual, yo le devolvía los besos aún más salvaje.

- No te aguanto - le dije mientras me mordía mi labio inferior.

- ¿Y te crees que yo a ti sí? - me contestó, trasladándome a la cocina donde me dejó encima de la lavadora, abriéndoma la camisa del pijama.

Mirándome como su fuera la primera vez que me veía.

- Patri... Eres preciosa - escuché como le costaba decirlo. Se le caía la baba con tan sólo mirarme.

- ¿Me vas a follar aquí encima? - pregunté con un tono bastante sensual.

- No te voy a follar... Ya quisieras tú... - me quedé con cara de seta. ¿Qué... coño...?

Empezó a devorarme la boca, mis pechos, sacándolos en un movimiento de mi sujetador, aprisionándolos en sus manos y besando cada uno de ellos. Dejando verdaderas marcas que al día siguiente ahí permanecían como heridas de guerra.

Me resbalé al sentarme al límite de la lavadora. Y él no pudo sostenerme. El trastazo que me metí fue digno de ser grabado.

- ¿Cómo eres tan torpe? - me preguntó riéndose.

- Esto no es una película porno donde todo sale precioso, ¡ni una romántica! ¡Que peso mucho! - me reí de la situación. 

- Mira como pesas - me volvió a coger y me llevó hasta las escaleras, donde se deshizo de mi camisa en medio del salón, y yo le imité quitándole la suya... Le clavé mis uñas en la espalda...

- Te quiero dentro de mí, ¡ya! - le reté con la mirada.

- ¿En la escalera? - dijo divertido con su media sonrisa.

- ¿Contigo? Como si es un huerto.

Le mordí por todo el cuello, su pecho, cualquier parte a la que llegaba mi boca, y me devolvió un beso que me hizo temblar el cuerpo entero.

Subimos escaleras arriba. Él apretándome el culo y metiéndome prisa.

- ¡Ven! Aquí, es la primera habitación.

Nos metimos en ella, y me soltó en la cama y encima se me puso sin aplastarme, listo para quitarme la parte de abajo del bikini. Cuando comenzó a morderme la tripa, empezó a bajar hacia abajo, besándome la cara interna de mis muslos... Cuando sonó algo bajo nosotros.

- ¿Qué ha sido eso? - pregunté levantándome de un resorte. 

- ¡Oh, oh! - se agachó bajo la cama.

- ¿Oh, oh? Suena mal, ¿qué ha pasado? - pregunté nerviosa.

- Hemos roto la madera del suelo... - dijo casi en un susurro.

- ¿Hemos roto el suelo? Y ni siquiera hemos empezado - me empiezo a reír a carcajadas.

- No se puede ser tan bruta. Menudos meneos me metes... Lo raro es que no hayamos partido la cama en dos - me regañó mientras se reía.

- ¿Qué vamos a hacer? - me puse de rodillas ante él subida en la cama.

- El suelo ya está roto, no voy a arreglarlo ahora... Así que... Se me ocurren tantas y tantas cosas por hacer...

- A mí también.

La noche se enlazó con la mañana, donde pasamos toda la noche odiándonos tanto como queriéndonos, con la misma violencia para ambos sentimientos. Siendo solo nosotros, un show allá donde vamos, un espectáculo de todo lo que hacemos. Te quiero, cada día estoy más segura. Que tú me das la vida, estoy segura de ello, pero como dice la canción de Malú..."tú eres quien me hace llorar, pero solo tú me puedes consolar". Eres mi vida, y quiero estas broncas, estas reconciliaciones, esta manera de hacer las cosas tan nuestras. Salvajes, sin pensar en el mañana, viviendo el momento como si fuera el último.

A la mañana siguiente me miré al espejo. Estaba arañada por todas partes, heridas que escocían, algún que otro golpe pero con una cara que no hacía falta preguntar cómo había acabado la bronca. Mi cara, lo decía todo... Es más, ni maquillajes ni filtros podían mejorar la foto.


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