viernes, 21 de agosto de 2020

Ante el espejo

Salgo de la ducha y poso los pies en la alfombra. 

Me duele todo, no sé que me duele más si el corazón, la cabeza o cada una de mis extremidades. Me coloco el pelo, buscando una pose con la que verme bien como si fuera a hacerme una foto. Me empiezo a quitar la toalla que envuelve mi cuerpo, y ahí están... Los moratones que pintan mi piel, mis brazos, algunos perdidos por la espalda y en las piernas. 

Me tapo de nuevo. Me doy vergüenza mirarme. Me duele el cuerpo. Me duele la vida y la cabeza de pensar si esto compensa. Si mi paciencia es infinita o es que he tirado la toalla. Me vuelvo a bajar la toalla, y miro mis chichas. Nunca tendré el vientre plano... Ni los brazos delgados. 

Empiezo a tirar de ellos, de mis chichas como si pudiera arrancarlas de mí. Tres horas de ejercicio diario no son suficientes. Me miro las ojeras de no dormir. Ya no duermo. Vivo de las pesadillas nocturnas. Y aparece en mi mejilla una lágrima... Y la pregunta de siempre, ¿cómo no me van a abandonar sin ven lo que yo veo? 

Rabio, lloro, pataleo, y me rompo en mil pedazos, tiro la toalla al suelo y me quedo en cuclillas, asustada, arrasada, desolada, abatida... Me duele la vida. 


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