Esa canción sonaba a todo volumen en al parque de Butarque.
Él me cogió de la cintura, y comenzó a bailar conmigo..."Que la vida es una rueda que da mil vueltas, al final nada queda..." me susurraba al oído. Me dejé llevar como cada vez que me tiene en sus brazos, ¿será su colonia? Su olor que me atonta, que me deja sin decisión.
La gente nos mira, los paseantes, los de las bicis, pero nos da igual... "tu eres mi compañera...". Somos compañeros de vida ya casi diecisiete años, haciendo historia, mucha, de todo tipo.
Me separé de él, para coger aire, y vi que me estaba mirando. Le miré, qué ojos más negros... Si, me miras así, me derrito, pensé. Y si te quiero más, exploto. Miles de pensamientos se me pasaban por la mente, pero no dije nada. Rezaba porque ese momento no tuviera final, pero como dice la canción, todo termina, y nosotros no somos diferentes a los demás.
Le cogí de la cara y le acerqué a mí. Le besé, suave, primero el labio de arriba, después el de abajo, después la cara, el cuello, el pecho... Le besé. Y por alguna razón sabía a despedida. Sabía a algo efímero, delicado, con fecha de caducidad... Y me asusté.
Me separé de él. Tengo miedo. Mucho. No quiero dejarte. No puedo. Y más si me miras así. Pero como siempre me volvió a agarrar, calmándome, silenciando a todos mis miedos como lleva haciendo años.
Le miré fijamente, le acaricié de nuevo la cara... "te amo", pero esas palabras tampoco salieron de mi boca. Sonreí.
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