Cuando me tenían a tus pies, realmente no te dabas cuenta de nada. De lo que sentía, de lo que sentías y de lo que podías ser. Tú sencillamente te excusabas en la juventud, yo en que algún día te darías cuenta. Estúpidas excusas para estúpidos comportamientos.
Y nos equivocamos. Yo por no darme antes cuenta de lo poco que vales, y tú por no darte cuenta de lo que yo podía valer.
Pero así son las cosas, y quién pierde un tren, al final se queda tirado en la estación.
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