viernes, 21 de agosto de 2020

En resumen: No quería verle ni en pintura, pero que no me tocara los recuerdos, porque allí sí que quería tenerle siempre.

 Estoy leyendo un libro: Seremos canciones. Y me está llevando a ciertos recuerdos que tenía escondidos, de esos que cuando los vuelves a ver, siguen escociendo, tanto... que anoche tuve una crisis de ansiedad, de las que hacía un año justo, no tenía. 

Demasiadas noches con pesadillas (incluso siestas), demasiados recuerdos y demasiado tiempo libre. Pero... ¿cómo se puede echar tanto de menos a alguien que me ha hecho tanto daño? Pues porque ha sido la persona más especial de mi vida. Y especial, no es sinónimo de bueno, ¡qué va! Sino distinto, fuera de lo normal. Me ha hecho tanto bien como mal. Y los extremos no son buenos.

No quiero verle ni en pintura, ni saber nada de él. Pero mi corazón acude a los recuerdos, al único sitio dónde puedo verle. Ya ni me acuerdo de su voz, y eso duele, te crea un corte de digestión y expulsas por el váter todo el dolor que sientes dentro. Gritas, lloras, rabias, pataleas... Y sigues preguntando, ¿por qué? La eterna pregunta sin respuesta que se contesta por el silencio... El silencio de un cobarde.

Pero él me da igual: ¿cómo explicar que te quiero pero no me gustas? Gracias Marwan por esa frase. Soy yo la que tiene el problema, la que no olvida, la que sufre cada recuerdo, la que no consigue avanzar, y si avanzo, siempre encuentro algo con que recordar... Mi antiguo compañero de clase, Isaac, dice que le escriba, que eso es ser valiente, enfrentarte a tu problema cara a cara. Para mí, es ser masoquista. Es un problema solo mío y que yo sola tendré que solucionar. Sin pollitos ni bollos. Yo sola.

¡Qué cruz llevo! No sabéis bien lo que es amar tanto como odiar a la misma persona.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.